Los pícaros

Antedentes de la picaresca en la almadraba (siglos XVI y XVII):

La picaresca durante los siglos XVI y XVII surge como respuesta al sedentarismo tradicional de la sociedad española. Las sucesivas crisis de subsistencia, epidemias, mortalidades catastróficas unidas a la intolerancia religiosa de la época, hizo que surgieran numerosos grupos no integrados en la estructura social. Además durante el siglo XVII se dieron alas a los viajeros, considerando el viajar como algo intrínseco al espíritu humano. En otro extremo, se favorecía la holganza y la pereza, ya que era impropio de cristianos viejos el trabajo manual. 

La picaresca recogió este espíritu viajero que con el Renacimiento adquirió tanto impulso: recorrer el máximo de plazas del mundo, es la filosofía de "Guzmán de Alfarache", unidos a una gran desconfianza hacia los jueces y demás funcionarios de Justicia. Guzmán de Alfarache es una obra que presentó una crítica social muy profunda. La degradación de su protagonista representa, asimismo, la degradación de la sociedad. Esta crítica social se desarrolla a través de la sátira, un elemento común también al Lazarillo y al Buscón de Quevedo. Sin embargo, en el Guzmán esta se acompaña de un abierto rechazo, en el Lazarillo de una cierta resignación y en el Buscón de un profundo escepticismo. El porqué de esta novelas en el siglol XVII puede explicarse por la movilidad del protagonista y su realismo. Este tipo de obras adquiere una gran aceptación en una sociedad aventurera que experimenta un sentimiento de desengaño y que lleva al hombre a la caída de sus valores. Asimismo, el personaje del pícaro adquiere interés en una época en la que la pobreza y la mendicidad aumentan de manera considerable. De este modo, el auge de la picaresca coincide con el agravamiento de la decadencia española.

Los que se mueven de ciudad buscan dejar su oficio para coger otro nuevo que mejore su vida. Existe, así, un volumen ingente de vagabundos sin ocupación alguna. Pérez de Herrera estima que, a finales del siglo XVI había en España más de 150.000 vagabundo entre hombres, mujeres y niños, cuando en España no se llegaba a los cinco millones. Entre tanto transhumante, se encontraban numerosos pícaros, sobreviviendo con la mendicidad, la limosna y algunos trabajillos eventuales. Odiaban las convenciones y normas sociales. Por eso mismo, este tipo de personajes fueron "moneda corriente" en la almadraba de Zahara de los Atunes, ya que se trataba de una actividad temporal, aventurera y con amplias posibilidades de ejercer de bribón y truhán. Eran los pícaros "una especie de gentes que ni parecen cristianos, ni moros, ni gentiles", tal como aparece en "La vida del escudero Marcos de Obregón". Debemos destacar que este gurpo de personas tenía una organización y una jerarquia, con cierto control sobre cada uno de sus miembros.

Los pícaros podían ser "de cocina" (pinches auxiliares de cocinero), "de costa" (merodeadores de playas y puertos) y "de jabega" (timadores de incautos). Por norma general sólo urtaban lo justo para comer, eran cínicos, amorales y no usaban jamás la violencia. El origen del pícaro seguramente estuvo en el oficio de esportillero -aquél que transporta un producto en espuertas- , oficio que aprovechaban para sisar algo de mercancía con qué comer. El lenguaje utilizado por los bajos fondos era también una característica que lo definía. La "jerga de la germanía", cuyo empleo constituía un signo de reconocimiento entre los pícaros. La taberna era la ermita, el bando de tortura era el confesionario, ser ahorcado era casarse con la viuda, al dinero se le llamaba la sangre y a la bolsa de monedas la pelota.


Los pícaros en Zahara de los Atunes:

Los pícaros llegaban a la almadraba de Zahara de los Atunes desde los sitios más variopintos de España, así venían de el Prado de Magadalena en Valladolid, Lavapiés ó la Puerta del Sol en Madrid, el Azoguejo en Segovia, Zocodover en Toledo, la Rondilla en Granada, los Percheles en Málaga, la Sauceda en la Serranía de Ronda, el Potro de Córdoba ó los numerosos barrios de Sevilla, de donde procedía el contingente más numeroso de pícaros. En la temporada de pesca se venían a reunir de 1.000 a 2.000 de éstos, sin que nadie les pidiera antecedentes ó nombre. A mediados del siglo XVII el salario mínimo era de ocho ducados por algo más de un mes de trabajo, dándose además tres libras de carne a la semana. Todo dependía del número de capturas, a veces, como en el año 1541 en que se capturaron más de ciento cuarenta mil atunes, ésto obligaba a sacar las redes varias veces al día e implicando un trabajo agotador. 

Alvarez de Toledo nos comenta que "..aún en año de buen pasaje, la mitad de los días no hay más ocupación que la de permanecer en la playa, aguardando la seña de tomar redes y lanchas...".  [Los pícaros en Zahara de los Atunes] Así que no es de extrañar que despues de tanto trabajo, esta gente se entregara a todo tipo de diversiones, según Alvarez de Toledo "Comidos y bebidos, los pescadores son presa fácil de tahúres y mozas, que acuden a entretener tan prolongados ocios, aligerando sus bolsas, sin que sirvan de nada las exhortaciones del clérigo de turno, contratado para procurar la salvación de aquellas almas". Por lo tanto la diversión corría a cargo de un grupo de prostitutas y de tahúres que hacían las delicicas de todos. Las prostitutas descargaban las tensiones de los hombres que permanecían todo el día en las playas a la espera de un cardúmen de atunes. Los lugares para los encuentros sexuales estaban adornados con ramajes y se encontraban en lugares apartados de los arenales, aunque sin lugar a dudas el más famoso, es el que se encontraba entre los cañaverales del rio Cachón, de aquí deriva la frase "estar de cachondeo" ó estar, "cachondo/a" como signo inequívoco de tener ganas de juerga sana ó insana dependiendo del interlocutor. Por otro lado, se encontraban los tahúres, profesionales de los juegos de azar, y que con picardía y malas artes desplumaban al pobre incauto que callera en sus manos. Todo esto hizo que la Duquesa Doña Juana escribiera a sus recaudadores para que reclutaran con "maña y cordura" y solicitara la colaboración de alcaldes y corregidores en la busqueda de los "más acreditados".  [el pícaro] Se les entregaba una fianza con el contrato y una advertencia de que deberían estar enla almadraba de Zahara en los primeros días de Mayo. Aunque este anticipo se realizaba ante la presencia de un escribano y se comprometían a ser llevados a la fuerza hasta la almadraba, muchas veces, todo esto no servía de nada, porque "no faltaban vivos que desaparecían con la seña".

Si todo esto ocurría con el personal selecionado por los ayudantes del duque de Medina Sidonia, imaginemos que ocurriría con las bandas bien organizadas que bajaban a Conil y Zahara de los Atunes que..."Llegaban a la pesca...y a la sisa del atún. Venían a la Conquista de Túnez" (dicho que significaba "ir a los atunes. Con doble sentido e ironía, ya que se podía ir a la almadraba de Zahara de los Atunes y aparecer en Túnez, raptado por los piratas berberiscos.). Para comprender la presencia del ejercito picaríl en Zahara, debemos remontarnos al origen de las almadrabas de los Guzmán y a finales del siglo XIII, a la frontera catellana con el reino nazarí de Granada. Una vez que Tarifa fue reconquistada, ésta se quedó como doble frontera: la terrestre- marítima y la este-oeste con el reino de Granada. Las dos tenían un grave peligro. Con la concesión de las almadrabas a Guzmán el Bueno, se pretendía también la repoblación y defensa del litoral.

 Tarea muy difícil, por lo que Alfonso XI otorgó a Tarifa el privilegio de perdón para los delincuentes "así de muertes de omes como de robos e tomas e cmo de otras cosas cualesquier que hayan fecho...". De esta manera llegaron "por la vía de Tarifa" numerosos murcios, embaucadores, ladrones y toda una gama de delincuentes que con toda probabilidad más tarde trabajarían en la almadraba, a los que tácitamente se extendió "el derecho de asilo". En 1492 terminó la reconquista, pero el peligro de los piratas continuó, por lo que la permisividad en la contratación de pícaros para la almadraba de Zahara, siguió durante los siglos siguientes. Por lo tanto, a los almadraberos no se les pedía jamás ni nombre ni antecedentes y era admitido cualquier advenedizo; vivian de los ducados que les pagaba el duque y de la sisa o hurto de los atunes que podían sustraer y vender. La forma que tenían para robar los atunes era a veces de los más divertido, aquí sobresalía el ingenio burlesco de estos desheredados de la sociedad. Persio Bertiso, poeta sevillano del siglo XVII, en sus ordenanzas, nos describe algunas formas de hacerlo: "Para robar un atún, lo sacarán disfrazado de bribón entre dos a nado, simulando que son pelados que apuestan, lo enterrarán en la arena y lo entregarán de noche con mucho recelo al encargado de comprarlo. Si los descubrieran vestirán al atún una librea de pícaro y lo llevarán entre tres o cuatro diciendo que es un enfermo que lo trasladan al hospital. También pueden arrastralo con una soga al cuello, siempre que lo amortajen y aclaren que es un moro que murió en su mala secta y lo llevan a enterrar".

Autor: José Gómez Martínez ©


Esta web utiliza cookies técnicas, de personalización y de análisis, propias y de terceros, para anónimamente facilitarle la navegación y analizar estadísticas del uso de la web. Si continúa navegando, acepta su uso. 
Aceptar | Más información